martes, 20 de diciembre de 2011

Empezamos con libros

Primer entrada en el blog, primer blog. Aquí va un manifiesto que es a la vez una declaración de intenciones:

-Siempre estoy atenta a conversaciones ajenas y tengo una libreta donde apunto frases que escucho por la calle.
-Me gusta pintar con acuarela cuando estoy triste. 
-Me obsesiono fácilmente pero soy una gran disimuladora.
-He mutilado una planta de margaritas con la persiana del salón. También he matado una planta a sabiendas, la he dejado morir de sed observándola cada día.
-Me apasiona el debate sobre el bien y el mal. A veces soy buena persona y a veces no. Como todos.
-Contaré cuentos basados en hechos reales.
-Contaré hechos reales basados en cuentos.
-Escribiré sobre libros, muchos libros. Sobre todo literatura rusa. 

Hoy empezaré haciendo balance de los libros leídos en  2011. Quedan 11 días para que termine el 2011 y creo que ya soy capaz de hacer un balance, de recomendar algunos y de alimentar a algún hongo maléfico con otros. 

Mi descubrimiento del año es David Lodge. Para los que no le conozcan, David Lodge nació en Londres (28 de enero de 1935) y es uno de los grandes del humor inglés. Agudo y divertido, sabe conquistar la risa del lector. Aunque es cierto que deberá estar dotado de una cierta sensibilidad para el absurdo. De Lodge me quedo con todo, y sobre todo con La vida en sordina. Aunque, si fuera vosotros, también me iría de cabeza a por Terapia, Trapos sucios, El mundo es un pañuelo, e Intercambios. A por todas.

La vida en sordina es una maravilla de novela en la que se nos cuenta la historia del profesor Desmond Bates, que se acoge a una jubilación anticipada, pero no la disfruta. Añora la rutina del año académico y ha perdido el interés por la vida en general. Mientras tanto, su mujer triunfa profesionalmente y cada vez parece mas joven. Pero estos descontentos no son nada comparados con la congoja de la pérdida auditiva, que es una fuente constante de dificultad doméstica y social.  Es un relato brillante de los esfuerzos de un hombre por asumir la sordera y la muerte, la vejez y la mortalidad, la comedia y la tragedia de la existencia humana.

Aquí
una conversaión entre Lodge y Joaquín Berges sobre la novela, y, en el párrafo siguiente, copio uno de los fragmentos más divertidos del libro, una carta que una estudiante envía al protagonista, y su reflexión final:

Querido Desmond:
Tiene razón en haberse enfadado, lo que hice fue una cosa despreciable, una estupidez egoísta, perezosa, imbécil, y merezco un castigo. Quiero que me castigue. Venga a mi casa a la misma hora del mismo día de la semana que viene. Si no puede, dígame por e-mail qué tardes está libre y escogeré una. Venga a Wharfside Court y a las tres en punto llame al timbre tres veces. No contestaré por el interfono, sino que abriré la puerta de la calle: oirá el portero automático. Encontrará sin cerrar la puerta del piso: basta con que empuje para que se abra. Cierre y suelte el pestillo, que se cerrará solo. No me llame. No diga nada. Cuelgue el abrigo en el recibidor. Entre en el cuarto de estar. Las persianas estarán bajadas y el cuarto estará en penumbra. No encienda la luz principal. Habrá una lámpara de mesa con una bombilla roja encendida. Me verá encorvada sobre la mesa, con la cabeza en un almohadón. Estaré desnuda de cintura para abajo. No diga nada. Acérquese por detrás y colóquese para azotarme el culo. Quítese la chaqueta y remánguese la camisa si quiere. No intente follarme. Esto NO es una invitación a follarme, sino a castigarme. Use sólo la palma de la mano, no una vara ni otro instrumento, pero pégueme todo lo fuerte que quiera y tantas veces como le apetezca. No pare si grito o sollozo contra el almohadón. Expulse el enfado de su organismo. Cuando esté satisfecho, váyase en silencio, tal como entro. Cierre al salir la puerta del apartamento y salga del edificio.
La siguiente vez que nos veamos no diremos nada de lo que ha ocurrido ni hablaremos del libro de la biblioteca. El expediente quedaré cerrado. Seguiremos como si nada hubiera pasado. Así está bien.
Alex.

Debo de haberlo leído de cabo a rabo una docena de veces y cada vez he tenido una erección. (...) Nunca he tenido una fantasía así. ¿Cómo ha intuido esta mujer que acechaba, insospechada, en algún lugar de mi psique, solo a la espera de liberarse?


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